En 1944
alguien le propuso a Franklin D. Roosevelt usar gas sobre una isla fortaleza
japonesa, el motivo eran las bajas que desde el asalto anfibio a Betio, en el
atolón de Tarawa venían sufriendo las tropas de Estados Unidos, no es que
comparadas con otros frentes fuesen excesivas, si no que el público americano, poco acostumbrado a perder
a sus hijos en el campo de batalla, empezaba a perder su ardor guerrero.
Franklin, hombre escasamente dado a dejarse llevar por consejos, decidió rehusar,
“provocaría un peligroso precedente”, adujo.
En
1945, muerto Roosevelt, su sucesor Harry Truman, el hombre gris, recibió la
sugerencia de atacar con bombas nucleares Japón, era totalmente innecesario
puesto que el Imperio estaba completamente
rodeado y bloqueado por la Navy, era cuestión de meses que solicitase la
rendición. El problema era que se habían gastado 3.000 millones de la época en
construir el monstruo, además, su utilización tenía importantes ventajas:
probar en un escenario real los efectos sobre poblaciones urbanas y asustar al “aliado”
soviético, puesto que no se hacían ilusiones de que, inventado su juguete, la
competencia consiguiese rápidamente el suyo, siempre ha pasado. Truman aceptó gustoso
y estableció el peligroso precedente.
En
Febrero alguien decidió establecer otro peligroso precedente en Ucrania, las
Potencias, que se creen en misión divina, decidieron apoyar un putsch nazi en Kiev,
era peligroso, pues poner en entredicho en principio sagrado de tirar papeles
en la papeleras de boca estrecha no podía traer nada bueno, pero….merecía la
pena correr el riesgo, después de todo, las opiniones públicas están
completamente anestesiadas por sus aparatos de propaganda, dicho y hecho,
putsch, set y partido para la araña negra. Lo que no contaban es que Rusia está
gobernada por otro Pedro el Grande y este no iba a permitir que ensayasen una
revolución de colorines para luego montarla en la Plaza Roja, movilizó al Ejército
Rojo (si señores, el Ejército Rojo sigue vivo) y recuperó Crimea. Ahora la
pelota está en manos del Sanedrín, y con pocas opciones de encestar.
Pero el
daño está hecho, si las cancillerías del Sanedrín dan por bueno que el
populacho tome el poder, aunque sea un populacho “bueno” y en un estado “gamberro”.
¿Cómo reaccionar cuando los populachos propios decidan hacer lo mismo en las
metrópolis o sus satrapías anexas? ¿O simplemente se aplica la ley del embudo?
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