Zhu

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lunes, 2 de diciembre de 2013

Monárquicos y Juancarlistas

España no es una monarquía en stricto sensu, es más bien una dictadura militar parlamentaria. El Dictador no instauró una monarquía al uso, simplemente nombró un sucesor investido con formas reales. Su legitimidad parte de la adhesión militar debida a su designación por el dictador, auténtico líder de las fuerzas armadas, de ahí que sus partidarios no se autocalifiquen como "monárquicos", si no como "juancarlistas". Esta particular adhesión acarrea no pocos problemas de futuro, si la aquidiscencia de los militares está asegurada sobre su persona, no es seguro que lo esté sobre su heredero, ya no designado por el dictador. Al principio de su reinado, después de la muerte natural del dictador, esto no constituía especial problema, puesto que su relativa juventud aseguraba largos años de estabilidad para el régimen, pero el paso del tiempo y su conocida vida licenciosa, ha menoscabado su salud, comprometiendo la supervivencia de un régimen de la que al ser heredero sin posible sucesor, hace que la prolongación sine die de su vida, sea perentoria para los partidarios del régimen heredero directo del de El 18 de Julio. Es curioso como los más acérrimos partidarios del régimen dentro de los dos partidos del artilugio huyan como de la peste de la simple mención del término abdicación. Como en el caso de los monarcas absolutos, los partidarios más conspicuos desearían que el monarca fuese eterno, pero dado que es imposible, se conforman con esperar que el fatal desenlace no llegue nunca o lo más tarde posible. Es un planteamiento esquizofrénico pero totalmente real. De una manera u otra, su muerte significará el final del régimen del 18 de Julio. Lo que venga no quiere decir que sea un gobierno del Pueblo, ni siquiera un régimen monárquico al uso, pero será con toda seguridad “otra cosa”.

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